Tenemos insomnios de sobra
para curarles la mala
muerte.
Podemos agilizarles
los trenes.
Barrerles los
andenes.
Pintarles de
plateado los bancos
donde comen
sus pizzas.
Podemos arroparlos.
Podemos bañarlos
con espuma.
Darles tiempos de amores.
Tenemos permisos
para reescribirlos felices.
Después de todo,
son semejantes.
Tenemos permisos
y elegimos
nombrarlos
herederos
de nuestra
balsa precaria
que no orillará nunca.
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