Expediente 324
Según dichos de Eusebio Pérez encargado del mantenimiento de
los equipos de calefacción y refrigeración
de la Institución, los agentes Luisa Funes y Gerardo Bermúdez habrían hecho
uso inapropiado de la Sala de Incunables, en un lapso de tiempo comprendido entre los
años 1994 y 2004. La investigación se inició en el año 2004 en oportunidad de
la denuncia de Pérez, quien declaró que
el 14 de enero de 1994 al ingresar en el recinto a fin de realizar una reparación del aire acondicionado encontró a los nombrados en actitud sospechosa, afirmó que posteriormente esa
situación se repitió. Justificó su
demora en notificar las irregularidades
argumentando que, para no acusar sin precisión, realizó indagaciones que le
insumieron aproximadamente diez años.
Finalmente efectuó la comunicación al
confirmar las anormalidades sucedidas en el espacio público. De probarse fehacientemente la veracidad de
las imputaciones podría corresponder,
como colofón de este sumario
administrativo, la exoneración para Funes y Bermúdez.
Buenos Aires , 4 de
octubre de 2004
Yo sabía desde hacia
mucho tiempo que el único que laburaba en la biblioteca era yo, el gil
multifunción. “Perez, venga que se rompió la puerta de Documentación”. “Perez
¿por qué no cambia de lugar estas computadoras?”. El nombramiento decía
“personal técnico”, sin aclarar demasiado, y había que quedarse callado y
fingir que uno estaba satisfecho en el papel de burro de carga. Esa tarde
pegajosa, insoportable, las cosas no podían ser distintas. “Perez, en
Incunables, hay una reparación para realizar”. Pero nunca imaginé que iba a
recibir semejante sorpresa. Fue como tirar un escopetazo en medio de una
bandada de gansos: aleteos y vuelos nerviosos para ponerse a salvo. Quien
hubiera dicho, tan modosita y distante, Luisa Funes. Me quedé el resto de día
recapacitando, después de todo no era tan malo deambular y, posiblemente,
alguna ventaja podría sacar en esa ocasión
del buen par de ojos que Dios me había dado.
La primera vez fue cuando recibimos la donación de Orationes funebres, nuptiales et diversae. Istruzione del ben vivere, lástima que esa situación germinal fue
interrumpida por Pérez, fisgón por vocación. Yo
había dado el ingreso en el catálogo a la obra y Bermúdez
debía iniciar el trabajo de restauración. Los guantes de latex acariciaron
lentamente la cubierta de
pergamino, lamentó que faltara la primera hoja y comenzó a explicarme los detalles técnicos de
las tareas que debería realizar, notó que las puntas estaban fatigadas y siguió
durante dos horas reconociendo el ejemplar con morosidad de experto. Confesó
que lo alegraba mi compañía porque
internarse en territorio desconocido le producía siempre una combinación de angustia y desasosiego.
Hacia calor y se percibía un intenso
aroma a humedad y polvo, decidimos tomarnos un descanso. Tenía dedos largos, delgados y morenos, de gitano,
más afines a una guitarra flamenca que a ese libro del siglo XV, se lo
dije, sonrió, me tomó del hombro, sus
manos estaban muy sudadas y pensé
que Lorca hubiera escrito “se deslizaron como peces”.
Escribiente
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