HOMERO


Tenía una pollera negra muy ajustada. Por las noches,  cantaba tangos. A  la mañana,  era bibliotecaria. Tardé  en hacer coincidir esas  mujeres. Cuando  le pregunté quién era  mi padre,  dijo que  a eso nunca lo iba  a saber por su boca, que  antes prefería  cosérsela y no cantar nunca más Cambalache.
Un día, dejó de cantar, los médicos dieron  explicaciones difíciles.  También dejó de pronunciar mi nombre.  
Mamá me llamó Homero,  quién sabe  si por Manzi,  por el poeta ciego, o por mi padre. Quién sabe si  lo eligió la tanguera,  la bibliotecaria o la enamorada.


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