Se lo habían dado los integrantes de la organización "Patitas Callejeras" cuando tenía tres meses. El Tommy era un perro salchicha juguetón que le revolucionó el corazón con su ternura. Fue necesario desparasitarlo y, por los hongos de su cuerpo, hacerlo tratar con un especialista en Dermatología. Finalmente logró sacarlo adelante, se le puso el pelaje brillante y la mirada vivaz. Lamentablemente, pasaron dos años y, con mucha congoja, tuvo que regalarlo a su prima, había adquirido la mala costumbre de desenterrar los cadáveres que, algunos domingos, él ocultaba en el fondo de la casa.
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