Se remiendan los sigilos, los hilos cotidianos,
las rutinas de hormiga en el sendero del vientre.
¿Cómo se acompasa la ciudad cuando hay palabras
que no serán pronunciadas con la cadencia correcta?
¿Cómo se duerme la ciudad cuando se eclipsan los ojos
y ni siquiera interroga por la última mirada?
Hay una respiración colectiva que desconoce
los jadeos asmáticos de los tenaces insomnes.
Hay una exigencia de laberinto en los despertares
difíciles de los que guardan memorias.
He rendido tributo a la importancia,
he descuidado la curva del empeine, el latido de la risa.
El sol me sacó ventaja, comenzó a clarear sin mi presencia,
el desaire se escribió con la punta de mi lágrima.
El tiempo goteó todo lo que amaba, untuoso y rancio,
dejó de escurrir con el declive natural de los recuerdos.
El amanecer llegó al galope con la indiferencia
majestuosa de quienes ya conocen el camino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario