Porque el amor
necesita espacio- decías en
las madrugadas cuando yo
era frazada y aire tibio o cuando
me adobaba y me horneaba, con hierbas y aceite de primera prensada, aspirando a
tu saciedad.
Entre el
estruendo del aguacero de verano, gritaste-
¡me sofoca , me sofoca!- y al principio pensé que hablabas de la lluvia y los
sapos pero más tarde comprendí que te referías a mi abrazo.
Entonces recité
la fórmula mágica que me devolvió mi verdadera naturaleza, a la que había renunciado
para estar a tu lado: extendí los rayos y
volé hacia el sol naciente.
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