Cuando
cocino el pan y revienta
el aroma flamante a
levadura
por un
instante sólo el estallido
del
aire huyendo de la masa,
el tronar de las resinas en el horno
sólo
por un instante la tregua
para que desayunen los pájaros,
para
que despierte la modorra.
Una
tregua mezquina y diminuta
Afuera
(y
afuera es casi al borde de mi puerta )
una
bala finalmente encontró su destino,
actualizó
el desorden, la entropía , el límite
Fue
necesario envejecer para descubrir
que no
hay balas justicieras
sólo corazones que dejan de latir
y
llanto.
Afuera
(he
cerrado mi puerta por las dudas)
el odio
leuda manoseado por muchos,
tiene
los nombres que presentía Ulises
cuando
se amarró al poste,
promete
poder, ciudades sin noche,
promete
una felicidad sin grietas.
Fue
necesario envejecer para descubrir
que el
amor resiste al fondo de la grieta.
Afuera
(el perfume del pan se
asoma en las rendijas)
algunos
pronuncian la antigua palabra de los cuerpos,
hablan
de la utopía de las células, los
tendones , la sangre,
algunos saben dónde
está la guarida del deseo
y no lo confunden con codicia
Abriré
mi puerta para ellos
Repartiré
mi pan entre ellos
Fue
necesario envejecer para descubrir
cómo se
reproduce el alma.
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